Aunque existen muchas enfermedades que pueden afectar a la piel, los problemas más frecuentes se derivan de la exposición a los rayos ultravioleta (UV) que provienen del sol. En el pasado, tener una piel bronceada era un símbolo de salud pero en los últimos 10 años, con la pérdida de fragmentos substanciales de la capa de ozono atmosférica, los efectos de la radiación UV son ahora mucho más peligrosos que en el pasado. La exposición a la radiación UV participa en el daño celular acumulado que llamamos envejecimiento ya que la exposición a la radiación UV causa la generación celular de radicales libres que dañan a las células de la piel al ocurrir procesos oxidativos en dichas células.
Otros factores que contribuyen a la formación de radicales libres son los contaminantes ambientales, el humo de tabaco, los rayos X y los fármacos. En una piel joven, estos constantes ataques pueden ser contrarrestados mediante la reparación exitosa del ADN y la preservación de la capacidad de síntesis de proteínas y lípidos. Las enzimas y moléculas antioxidantes encargadas de reparar estos daños se encuentran disponibles en cantidades suficientes en la piel joven. Sin embargo, con el paso del tiempo, los antioxidantes disminuyen en cantidad y calidad, y la reparación del daño se hace menos eficaz.
Hoy en día se cree que la teoría de los radicales libres también sirve para explicar el envejecimiento de la piel. La intensa luz solar es capaz de generar radicales libres en la piel, particularmente en manos, cara, cuello y brazos que son áreas crónicamente expuestas al sol. Consecuentemente, es en estas áreas del cuerpo, en especial la cara, donde se vislumbra el envejecimiento de la piel.
El tejido colágeno es un componente importante de la piel y es particularmente susceptible de daño por radicales libres. Cuando esto ocurre, la proteína se rompe y reconfigura de forma anómala, dando lugar a entrecruzamientos de fibras colágenas lo cual causa que la colágena originalmente elástica se vuelva rígida y menos móvil. La luz solar también produce activación de moléculas mensajeras presentes en la piel, creando procesos inflamatorios.
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